Desde hace un tiempo se viene proponiendo la recuperación de la casa del poeta Carlos Oquendo de Amat, no sólo por tratarse de uno de los mayores poetas de la vanguardia latinoamericana, sino en reconocimiento que la ciudad le debe a su familia y por un espacio para promover cultura y fortalecer a esa institución lacerada que es el Instituto Americano de Arte, a quienes Puno le debe la imagen de ciudad con cultura, hechos que continuamente son echados al olvido por la miseria del espíritu que tanta fama nos hace en esta aldea donde el croar de los sapos se confunde con los discursos políticos de quienes llegan al poder con ayuda de arribistas que simulan ser activistas, dirigentes y promotores sociales, es que acasonos seguirán sumiendo en la agonía de la cronofagia y del cáncer que representan al no tener una visión de lo que los puneños esperamos de su labor como autoridades.
Entre 1897 y 1907 los hermanos Oquendo Álvarez (Carlos Belizario y Nicolas, de quien nos ocuparemos en otra nota), desarrollaron un activismo incansable para crear la Junta Departamental de Puno,institución con la que iniciarían la construcción del sistema de alcantarillado de Puno, la implementación de un sistema de salud pública, la modernización de los ornatos del departamento y los ejes viales de las principales provincias (1).
De ello han sobrevivido el parque Manuel Pino, la restauración y conclusión del Arco Deustua (conocido en la época como Parque del Asiento de Principales y Propietarios), obras que permitieron un dinamismo inclusivo en ejes excluidos social y culturalmente. Ya que quizá uno de sus aportes más importantes fue el hacer que los cabildos, hoy municipios, patrocinen la creación y manutención de escuelas para atender y educar a los sectores de obreros y artesanos excluidos, considerando que las políticas del estado no permitían que el indígena tenga acceso a la escuela y al castellano. Tomando en cuenta además que las dependencias educativas, administrativamente no tenían presencia real en las provincias (2).
Carlos Belizario Oquendo Álvarez, médico y doctor en medicina por la Universidad de la Sorbona (3), fue maestro de José Antonio Encinas, Telésforo Catacora, Francisco ChuquiwancaAyulo, Manuel A. Quiroga, Eduardo Pineda y Arce y de otros destacados puneños que desarrollaron sus estudios en el Colegio Nacional de San Carlos. Debe, también, ser considerado como padre de la prensa liberal, anti clerical y positivista a través de su ejercicio periodístico en el diario “El Siglo” que creó y dirigió durante la primera década del 1900. Fue también presidente de la Junta Departamental de Puno y Diputado por la misma, creador de los Primeros sindicatos de artesanos y obreros junto a Demetrio Peralta y Eduardo Fournier, siendo además protector legal de Manuel Allqa Cruz (Manuel Z. Camacho), durante el proceso de instrucción judicial aperturado luego de los sucesos de Pomata.
Su imagen y trabajos efectuados recuerda mucho al Dr. Urbina de “El Amor en los tiempos del Cólera” de Gabriel García Márquez, sólo que el ambiente que le rodea linda con la desgracia, la pobreza y el dolor que más tarde minarán su salud y le harán hallar la muerte en el más completo abandono, con el cadáver del futuro y la dignidad de un pueblo en su voz silenciada por la malicie y el rencor llevados a extremos. Ya que fue perseguido por la curia representada por el obispo Piérola, hermano de Nicolás de Piérola, quien fue uno de los más crueles fustigadores de los indígenas y gran aliado de los hacendados de ese entonces.
Sus acaloradas luchas contra los grupos de poder de la época le hicieron de enemigos políticos que lo obligaron a abandonar Puno, pocos años después del nacimiento de su segundo hijo Carlos Augusto Oquendo de Amat, el poeta y autor de los “5 metros de poemas” (4), “del brujo de la palabra” de ese “Hechicero consumado de la poesía” como lo califica Vargas Llosa (5), que murió también como su padre, tuberculoso, anémico y en la casi más vulnerada soledad del espíritu, censurado y perseguido por comunista.
Recordemos además que en Puno se vivió, en dicha época en continuas luchas por la reivindicación de los sectores indígenas, como son los recordados sucesos de Pomata, la rebelión de Ilave, los asesinatos de los mensajeros de Juli, la insurgencia de Tiquillaca y Vilque; así como la rebelión de Azángaro que antecede en poco a la de Rumimaki y la descarnizada matanza de indígenas de Crucero y Macusani, que marcaron una profunda huella en el imaginario popular al punto de iniciar los movimientos reivindicacionistas de la “clase indígena” (6).
Todas estas insurgencias fueron apoyadas por la simpatía del Dr. Carlos Belizario Oquendo Álvarez (a la par, presidente de la Junta Departamental de Puno) y por su hermano, el Ing. Nicolas Oquendo, quien también tuvo un final no menos trágico, luego de la muerte de su hermano Carlos fue internado en un nosocomio por la pérdida de la razón, falleció poco tiempo después debido a los métodos inhumanos aplicados en dicho sanatorio. La labor y la posición liberal del diario “El Siglo” (7) fue tal que era el único medio que simpatizaba con las rebeliones indígenas, con las críticas acérrimas a los hacendados y a la curia cómplice de los abusos que se cometían bajo el amparo de las autoridades judiciales, un diario con el espíritu liberal de las juventudes que se formaban en la región, un vocero de las demandas de los sectores excluidos y de lo que iba a representar e iniciar “el despertar de Puno” como lo llama Dan ChapinHazen.
Con fines para la conservación documental transcribimos a continuación un texto de José Antonio Encinas aparecida en la revista “Puno Ilustrado” de marzo de 1919, que dedica las páginas 11 y 12 a la evocación de este prohombre que fue el Dr. Carlos Belizario Oquendo Álvarez:
“Pocos son los hombres que como Carlos Oquendo pueden vivir en el recuerdo de la juventud puneña. Fue exponente de inteligencia, de energía, de amor al terruño. De temperamento absorbente, trató de mantener en sus manos la vida política y social de Puno. Tal vez esto le hizo bastante daño, pero demostró ante un análisis imparcial de su persona una vivificación de las fuerzas que en esa época se oponían al gamonalismo reinante. Pesaba cerca de 25 años, sobre el pueblo de Puno, la montaña de un feudalismo que muchas veces cubrió de vergüenza a la tierra de nuestros mayores. Las rebeldías se habían apagado. Un conformismo suicida embriagaba el alma de la juventud. Ni un soplo de reacción se sentía en la fría altiplanicie del Titicaca, no había sino la suave brisa de los políticos de cartel que adueñados del poder, no habían hecho otra cosa que encumbrar medianías y eliminar a las verdaderas capacidades con que puno contaba en ese entonces. Esta política dañosa y contraproducente no solo para los intereses materiales de Puno, sino para los espirituales, detuvo por dos decenas de años el movimiento del progreso a que estaba llamado un pueblo que por sus doctrinas y por su historia debía ocupar un sitio preferente en la república.
La anarquía política y desorientación de los valores sociales produjo en la juventud un estado de incertidumbre que fácilmente la condujo a la inacción. Esta quietud sirvió para que las fuerzas contrarias siguieran ostentando dentro y fuera del departamento fuerza ficticia que fuese baluarte de los anteriores abusos que más de una vez tuvieron dolorosas repercusiones. Tal era el estado político y social de Puno cuando llegó de Europa Carlos Oquendo, después de haber cumplido, como estudiante de Medicina de la Universidadde París, sus deberes en forma poco común.
Dedicado al estudio de las ciencias podía creérsele alejado de la lucha por el mejoramiento social. No fue así, demostró tanta capacidad para uno y otro ramo. Puso al servicio del terruño el bagaje de su inteligencia fecunda. Volviendo sobre la realidad del ambiente, desdeñó los valores que conservaban la sociedad y el estado político del departamento; comprendió que la juventud era presa de ese artificialismo que crea la vida material y entonces pensó en una renovación.
Prontamente se vio rodeado de lo más selecto de la juventud de Puno y colaboró con calor a esa obra de mejoramiento. Obra de gran esfuerzo por lo mismo que había de irse contra lo establecido, requería de la persistencia y e la tenacidad con que Oquendo la mantuvo hasta el último momento.
Tuvo errores; para nosotros, tuvo una que le sirvió para su propia ruina .engrosar las filas del civilismo, partido político que al igual de los científicos de México, no ha tenido otra misión en la historia del Perú, que negociar con los dineros del estado. Si hubiera escapado de la vorágine civilista, su estrella habría brillado mayor tiempo y su caída hubiera sido su apoteosis. No pudo ni debió haber figurado en el civilismo, porque en ese bando, estaban los elementos contra quienes debía combatir. Los grandes feudatarios, estaban allí, encastillados por el influjo del poder. Era necesario construir la fortaleza en el lado opuesto. Oquendo, como todos los de su época, no quiso buscar en el análisis de la historia, la tragedia civilista, por eso fue a echarse en brazos de los que debían ahogarlo más tarde.
Pero junto a este error político, Oquendo demostró, una floración de ideal es para Puno, que sirvieron para seguir manteniendo de pié la causa del verdadero regionalismo que en estos momentos cobra verdadero interés. Oquendo fue tal vez uno de los pocos de la generación presente, que comprendió la hegemonía territorial de Puno, aquilató las riquezas del rico departamento y pensó en que alguna vez era posible vivir libre de la malsana influencia de un centralismo brutal y abusivo.
Oquendo como maestro, demostró no solo suficiencia, sino un perfecto criterio de las modernas orientaciones de la enseñanza. Conservamos aún en el recuerdo muchas de las lecciones dictadas con cariño, llevando nuestro espíritu a la observación y al esfuerzo propio de investigación. No fue maestro adocenado y banal. Supo sentir la maravillosa influencia de la didáctica. Supo considerar la cátedra, como el sitial de la consagración espiritual. Sincero, convencido y franco con sus ideas y con sus doctrinas radicales, jamás rehuyó la discusión y su vida quedó indeleblemente amoldada a los dictados de su conciencia. Esta sinceridad y esta convicción, en un medio de temor, de dádiva y de acomodo, tuvo para los discípulos de Oquendo valor inapreciable. El Club Liberal sintetizó esas doctrinas. Marcó una evolución en la vida intelectual de Puno. Pudo este club haber hecho mayor labor, llevando a su seno a muchos de los que pertenecían a esa generación. Así la simiente hubiera sido más fecunda.
Oquendo al bajar a la tumba ha dejado un ejemplo vivo de energía y de amor a la tierra de los suyos. La juventud de Puno, le rinde homenaje de respeto y admiración a quien un día supo encarnar sus más altas aspiraciones.” (8)
NOTAS:
(1) “Copiador de cartas” y “Libro de sesiones” de la junta departamental de Puno existente en el archivo personal de Henry Esteba Flores.
(2) Proceso explicado en “Las Luchas por la escuela in-imaginada del indio” del autor de esta nota.
(3) En el libro “Oquendo” de Rodolfo Milla y en “Carlos Oquendo de Amat” de José Luis Ayala.
(4) “5 metros de Poemas” en reciente edición Facsimilar de la Editorial Qhala, al cuidado grafico de MoisesBustincioCahui y edición del autor de esta nota.
(5) Discurso de la recepción del premio Rómulo Gallegos “La Literatura es fuego” 1969.
(6) Explicado ampliamente en la obra del historiador Augusto Ramos Zambrano.
(7) Gran parte de este diario existe en el archivo de la familia Cáceres Olazo, Esteba Flores y en menor medida en la Biblioteca Municipal Gamaliel Churata de Puno.
(8) Nota de homenaje ante el fallecimiento del Dr Carlos Belizario Oquendo Álvarez en “Puno Ilustrado” Nº 01 de marzo de 1919, bajo la edición de José A. Encinas y Juan Luis Mercado.
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ResponderEliminarchevere
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